Testimonio de Mariana Hattemer, 25 años, practicante amateur de handball, gimnasia de boxeo y natación. Sufría pseudoartrosis de femur con graves problemas para trasladarse y frecuentes dolores. Hoy se encuentra recuperada luego de realizar un tratamiento con plasma rico en plaquetas y células madre con el Dr. Ignacio Dallo.
Lesión: Pseudoartrosis de femur
Testimonio de Mariana Hattemer, 25 años, practicante amateur de handball, gimnasia de boxeo y natación.
Ella lo tomó como su esperanza”
Mariana Hattemer es cordobesa. Hace cinco años un accidente le produjo una seria fractura, que derivó en dolores y dificultades para trasladarse. Probó varios métodos que no lograron consolidar el hueso roto. En abril de 2015 llegó al consultorio del Dr. Ignacio Dallo. Se sometió al tratamiento regenerativo con células madre y plasma rico en plaquetas. El resultado fue efectivo.
El que cuenta la historia es su padre, Pedro Hattemer, quien la acompañó desde el momento mismo en que inició el camino que finalmente la llevaría hasta Santa Fe, a la curación de su dolencia y a su recuperación. Pero la verdadera protagonista es Mariana Hattemer, cordobesa, que hoy tiene 25 años, pero tenía 20 cuando, en 2010, un accidente a bordo de una motocicleta cambió el curso de su vida: le produjo una fractura en el fémur derecho que le ocasionó problemas para trasladarse con normalidad y frecuentes dolores, sobre todo el último año. Un panorama más desalentador -cuenta Pedro- si se considera que siempre fue una persona amante del deporte, a pesar de no practicarlos en forma profesional. “Siempre le gustó mucho. Hacía handball, gimnasia de boxeo y natación”, explica Pedro.
El desarrollo de la enfermedad y las primeras intervenciones
Esta joven, que hoy trabaja en el Liceo Militar General Paz como empleada administrativa, debió dejar completamente la actividad tras el accidente. “Le colocaron un clavo en el fémur y estuvo el primer mes prácticamente sin moverse. Después le fueron haciendo los controles normales y a partir del cuarto mes, en una radiografía notaron que algo no funcionaba bien. Le hicieron una tomografía y se dieron cuenta que tenía una pérdida en el hueso, una reabsorción del tejido óseo, de unos ocho centímetros en una cara del fémur”, rememora Pedro. Eso fue entre octubre de 2010 y los primeros meses de 2011.
Desde entonces, a Mariana le realizaron varias intervenciones, inclusive la colocación de injerto molido de un banco de tejidos que tenían en en el Hospital Militar Córdoba, donde se atendió desde el principio. “El servicio de Traumatología de ese hospital, que es óptimo, trabaja con fracturas permanentemente, porque atiende a los soldados de la brigada de paracaidistas”, explicó Pedro. Tras estas intervenciones, Mariana caminó a pesar de los clavos que tenía colocados en la zona de la dolencia.
Pero cuando empezaron a moverse los bloqueos, empezaron los dolores. Y eso llegó al máximo en enero de 2015. Desde entonces era muchísimo el dolor, prácticamente no caminaba, nunca bajó los brazos”
Desde que a Mariana le descubrieron el problema que impedía la consolidación del hueso, la familia Hattemer inició una odisea. “Era tan importante el caso de mi hija y tan fuera de lo común, que lo llevaron a congresos en Córdoba, Mar del Plata y Uruguay. Hubo un congreso en Mendoza, donde disertó el Dr. Ángel Villamayor, el traumatólogo que operó de la cadera al Rey Juan Carlos, de España. Le presentaron el caso de Mariana en forma particular y él les explicó que había visto muy pocos casos así y que la única solución que veía era ponerle de nuevo injerto en la parte en la que le faltaba hueso. Pero la fractura no consolidaba. Inclusive, en una de las operaciones le extrajeron un fragmento de hueso y tenía vida, estaba perfecto. Pero era como si estuviera estancado. No crecía para ningún lado”, explicó Pedro. Y resaltó la fortaleza de su hija durante el largo proceso: “Nunca bajó los brazos, siempre luchó”.
El trabajo en conjunto
En medio de la ardua búsqueda de alternativas, Mariana se topó con un artículo de un diario santafesino que reflejaba el caso de Sebastián, quien había tenido un problema similar al de ella (en el tejido óseo de la cadera) con mucho dolor y dificultades para caminar. Este paciente había recurrido al tratamiento del Dr. Ignacio Dallo, había recuperado el tejido óseo y mejorado su calidad de vida. “Así que me comuniqué con el doctor, le conté la situación en forma resumida. Y, algo llamativo, me pidió que lo llame a las 21 horas. Después me dijo que me había hecho llamar a su casa para escuchar tranquilamente el caso. Le interesó, pero daba la casualidad que se iba a Estados Unidos a un congreso por dos semanas. Me preguntó: ‘Cuando la podés traer’. ‘Ya’, le contesté. Y él me dijo: ‘Bueno, traela mañana a primera hora’. De manera que el 27 de abril de 2015 lo vimos por primera vez”, recordó Pedro.
De esa primera consulta, los Hattemer se llevaron sensaciones encontradas. “El Dr. Dallo tiene una característica particular, una forma de atender que da seguridad. Ella (Mariana) llegó en muletas, tenía mucho dolor, pesaba mucho menos de lo normal. Y el habló de que había que recuperar esa movilidad, esos músculos. Y que todo el trabajo lo tenía que hacer mi hija. Así que empezamos. El primer plan fue hacer rehabilitación fisioquinésica e hidroterapia, aparte de una dieta rica en proteínas. Nos dijo que volviéramos a los tres meses. Pero permanentemente le íbamos comentando como evolucionaba y él iba haciendo correcciones. Escuchaba sugerencias de los otros especialistas de Córdoba, con quienes mantuvo un trabajo conjunto. En algunos casos las aceptaba y en otros hacía recomendaciones”.
El tratamiento para la pseudoartrosis de femur y los resultados exitosos
Cuando Mariana (junto a su papá) volvieron a Santa Fe para una segunda consulta con el Dr. Dallo, en julio del año pasado, el panorama era totalmente distinto y alentador. “Mi hija había abandonado las muletas, ahora iba con un bastón canadiense. El doctor la pesó, comentó que había mejorado, que había aumentado el peso, que marchaba mucho mejor. Y ella le decía que había disminuido el dolor óseo. Tenía dolor en los músculos, pero era porque no había trabajado por años. Ese día el doctor le hizo una radiografía. Y le dijo que ya había comenzado a trenzar una puntita de hueso. Que el trabajo había despertado a las células madre del organismo y que era el momento justo para hacer el tratamiento”.
La fecha fue el 8 de setiembre y toda la operación se realizó en el Sanatorio Garay. “Estuvimos al tanto de todo, porque el doctor salía y nos mostraba en pantalla todo lo que había hecho. Esa fue la primera vez que yo pude ver muy de cerca la fractura”, contó Pedro. Tras la intervención, Mariana debió tomar una semana de reposo para regresar luego a las distintas instancias del tratamiento que había iniciado tiempo atrás.
Poco más de dos meses pasaron hasta el 13 de noviembre, cuando los Hattemer regresaron a Santa Fe para ver la evolución.
Habían cambiado un montón las cosas. Mi hija realizó algunos ejercicios frente al doctor, como para demostrarle que había cumplido con lo que le había pedido, que levantaba la pierna. Ese día, el doctor hizo una radiografía y me dijo: ‘Ha dado resultado’. Yo no lo podía creer. Ahí nomás hizo hacer una tomografía. Él estaba feliz, como si estuviera jugando de nueve en un equipo de fútbol y hubiera hecho el gol del triunfo faltando un minuto. Nosotros no entendíamos nada. Nos fuimos contentos, pero recién al otro día nos dimos cuenta de lo que había sucedido”.
El 26 de febrero fue la ultima consulta de Mariana con el Dr. Dallo. “Allí le hizo una tomografía y confirmó que la fractura estaba consolidada. Ella ya está curada. Se acabó la fractura”, destacó Pedro, sin ocultar su emoción. “Cuando recurrimos al Dr. Dallo, una vez que salimos de la primera consulta, hicimos una evaluación familiar y ella lo tomó como su esperanza. A nosotros, que habíamos recurrido a infinidad de médicos, nos dio una seguridad inmensa. Él no nos dijo que la iba a curar, sino que le iba a hacer un tratamiento que a veces da resultado y a veces no. Pero nos fuimos con una seguridad tan grande, que nos volvimos contentos a Córdoba contentos y le pusimos pilas al tratamiento”, destacó.
Durante este mes de marzo, Mariana arrancó con su personal trainer las clases de natación, uno de sus deportes preferidos. “Ahora le falta, pero lo que queda de acá en más es trabajo. Se acabó un episodio en la vida de mi hija, dejó de estar fracturada. Ahora hay que seguir trabajando”, finalizó Pedro.